Daniel Brühl se sienta en una terraza de Barcelona. “El camarero, somnoliento y gruñón, refunfuña algo para sus adentros mientras anota mi comanda –escribe el actor–. Típico de España. ¿O es sólo que no me ha entendido? Le he pedido un cortado y un sándwich mixto; a lo mejor no ha querido entenderme. Pruebo en catalán: ‘Un tallat i un bikini’. Al final me lo trae. ‘Aquí tens’, me ladra cuando vuelve y me tira la taza y el plato encima de la mesa. En el fondo me gusta esta hosquedad, este mal humor descarado que brota de las entrañas y se exhibe sin ningún recato. Porque mi abuelo era precisamente así”.
Artículo publicado en la La vanguardia, edición impresa; por Luis Benvenuty.
Artículo publicado en la La vanguardia, edición impresa; por Luis Benvenuty.
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